Ligar es como montar en bici
Lunes de agosto. Siete de la mañana: bronca monumental con mi chico; ocho y
cuarto: me despiden; nueve y media: sorprendo al muy desgraciado con otra. ¿Qué
haríais vosotras, eh? A lo mejor sois más valientes y hubierais cogido el toro
por los cuernos… pero como allí los únicos cuernos me los habían puesto a mí lo
que cogí fue mi maleta de Prada. ¿Que por qué me largué a Londres? Porque tengo
la doble nacionalidad y un piso compartido.
Pero no esperaba encontrarme a dos compañeras convencidas de que el amor es
para locas, débiles o cobardes… ni a un vecino médico que conseguía que mis
braguitas se revolucionaran solo con verlo… ni hacerme amiga de Maria, un
ejemplo de superación…, ni a su primo, que resultó ser mi actor favorito y que
estaba más bueno que comer con los dedos.
Ni descubrir que dejar los problemas en España no significaba superarlos. O
que la autoestima no se reinventaba. O que no tenía ni idea de cómo funcionaban
los rollos de una noche.
¿Queréis que nos tomemos una copa y os lo cuento con más calma? Id llamando
al camarero y pedid una botella de vino: invito yo. Ah, por cierto: me llamo
Victoria Adams. No es broma.
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