Al final de la partida
«Si mi carta es más alta que la tuya, serás mía y me obedecerás en todo, durante tanto tiempo como yo quiera».
Bree Dalton escuchó las palabras del príncipe ruso Vladimir Xendzov, el hombre del que había estado enamorada una vez, el hombre que le había destrozado la vida. Y cuando él terminó de hablar, ella aceptó la apuesta: su cuerpo, por un millón de dólares.
Bree era consciente de que se encontraba ante un hombre implacable. Solo esperaba que su suerte no la abandonara en ese momento; porque, si perdía la apuesta, lo perdería todo.
Sentido del honor
Josie Dalton estaba muy nerviosa cuando se acercó al rascacielos donde se encontraba el imponente ático del príncipe ruso Kasimir Xendzov. Había tomado la decisión de casarse con él para salvar a su hermana, pero el destello helado de los ojos de Kasimir le decía que no era un hombre con quien se pudiera jugar.
Por su parte, Kasimir creía haber puesto la última pieza en el rompecabezas de la venganza contra su hermano. Tenía el champán en la cubitera y a su flamante esposa, en el dormitorio. Su victoria iba ser muy dulce. Pero la inocencia de Josie pondría a prueba una virtud que Kasimir ni siquiera era consciente de tener: el sentido del honor.
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