Descolgarse por aquella ventana, no fue una buena idea. La señorita Calia Preston lo supo en el mismo momento en que su liviano cuerpo terminó en brazos de aquel demonio, el mismo que un año atrás la había deshonrado y abandonado condenándola a un infierno peor que el escarnio.
El Conde de Kinsey estaba dispuesto a recuperar a la díscola mujer que un año antes se le escapó de las manos, así que cuando se le presentó la oportunidad de ganarla en una partida de cartas, no se lo pensó.
Ella era ahora conocida como La Bella de Hielo, un título que Derek sabía no hacía justicia a la fogosa y adorable mujer que había poseído, la dama cuya pasión encendía la suya y que sería la Joya perfecta para el Club Pecado.
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